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                                El oficialismo parece confiar en que una mejora de los indicadores macroeconómicos o en el armado de acuerdos políticos pueda revertir su mala performance electoral. Pero ni la baja de la inflación ni el respaldo de otros dirigentes garantizan votos: la sociedad mide la economía en la verdulería, no en la balanza de pagos. Milei, que ganó sin estructuras ni partidos, conquistó a través de las redes y del rechazo a la “vieja política”, hoy aparece atrapado en un círculo de confrontaciones y promesas incumplidas. Sus choques con sectores valorados –universidades, científicos, jubilados, artistas– erosionaron la esperanza inicial. Tampoco resolvió las crisis que golpean su gestión, como el caso de la criptomoneda ni las sospechas de corrupción. Leer más
                                
                            
                            
                         
                        
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